El talismán de mi cuello dejó caer su compromiso.
No tendré la estreñida mariposa
que me ha zumbado al oído,
la pólvora trituró sus alas
y al cielo se fue volando
la rudimentaria habitación
donde vivía encinta.
la rudimentaria habitación
donde vivía encinta.
Qué mezquindad no saber donde puedo encender
el pastel de cumpleaños,
dónde, a la deriva, correr
dónde, a la deriva, correr
hasta la limosna,
dulce la noche
de la inicial
y ningún estrago logró
enterrar el cuerpo,
pues el trasiego de la ciudad impidió
la convulsión de mi vientre,
y yo no encuentro un recodo oculto
donde dejar la estrafalaria vestimenta
ensangrada,
sin sermones,
sin muletas,
camino hace años
en la ciudad espeluznante.
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