martes, 16 de noviembre de 2010

El sollozo de Job

Adhiere la muralla a mi espalda
que la quema 
y la muchedumbre, 


sus escofinas,
sus martillos,
escafandras,

los escudos,
sus útiles de trabajo
van arrancándome los ojos 


y rebotan por las aceras,

mi nariz sangra lejos y mis labios deshilachados
mascullan dolorosamente,

apenas los oigo,

no logro encontrar mis dedos
no puedo persignarme,
mis pezones rotos
secretan agrio su calostro,   

todo ha sido arrancado de raíz
y mi esencia me busca,
 me pregunta
¿cuál es la zanja que nos corresponde?

y yo  digo es el sollozo de Job,

su esforzada sonrisa.

Hoy no necesito calor,
sino un témpano
un témpano 
para el dolor.

Tiento, 
busco mis órganos esparcidos
y palpo  pedazos,
                    tiento mutilados,
                                  tiento  hijos solos,

desesperada voy clavando  sombras
para mis ojos.

Necesito vomitar

No basta que la niebla ciegue la sien
en la sombra
podría pulsar aún
bajo el rocío,
no basta que nuestras yemas revienten
de tensión
desconociendo nuestra naturaleza
y se vuelque todo
como leche de unos pechos muertos,
machacar las córneas para ver si pensamos
más,
la revelación de una estrella
su signo de  luz
iluminó   peces profundos,

quizás halle la piedra escrita
bajo una escama negra,
vigile millones de años
la sabia estación construida,

el pilar antisísmico de la usura
sea vértebra  que  se doblegue
al frío
y la mueca indiferente
del estúpido
no nos haga repetir su farfullo
ni el vaniloquio de moda
arrase   lo que nos alienta.
Necesito vomitar esta hora
mi cuerpo ha temblado 
mis palabras han salido 
de los dioses  perdidos,
nuestros sueños han llorado
sus lágrimas de humo.
Quiero tener el dolor,  si éste dolor
no romperá   el escalón firme,
que al limpiar mis párpados la mirada
al frente
sea nítida
ver que no nos hemos muerto
ni nos han matado
 los feroces animales  que
deambulan
entre  tiernas manos y besos
y las noblezas
 que todavía no se extinguen.