domingo, 7 de noviembre de 2010

Como un fantasma

No hay caso recordar
tanto,
sin embargo,


voy sintiendo que se escarcha
una  sanguijuela en mi cerebro,

ese ímpetu de correr tormentos
con astucia,

ese atávico resquemor de la desdicha,

si fuera un verdor dulce
que vaticina la ida al sur 
con los sueños

y augurios 
de que la vida volaba hacia
el paraíso,
antes de interrumpirla
en mi adolescencia 
                      con los gritos fuera
de mi casa,

gritos de mujer,
de brazos maniatados,

impetuosos rompiendo hacia los patios
ensangrentando  su ira candorosa.

Yo recuerdo el abismante ideal hacia
los futuros verdaderos de la verdad cierta
y pura 
                     de ser humano digno.

Todo se quedó en las vísceras, todo
lo absorbió el intestino,

todo se evacuó
para florecer, 
dormido
en la tierra
largos años,

y ahora,
todo 
me sorprende,
como un fantasma,
errante
               y desorientado. 

Alas del viento

Hay poco queso dicen mis hijas,
somos pobres,
somos pobres,

y ven “los ochenta” en la televisión,

el tubo fluorescente está malo,

oscura la cocina,

como mi casa en los setenta,

cuando nadie tuvo calor en la tiniebla
y los libros se escondían en las murallas.

No leí esto que escribo,
pues la sangre hiede y mancha,

los peces ondean en el océano
a pesar de los agujeros que les hicieron
las piedras,

nadie me contó, 
                                    ni lo leí,
cuando supe que las alas negras
del viento,

venían cayendo.


Flores y pájaros

He tomado el té
a esta hora,

la televisión su noticiero,

es domingo y pareciera estar en paz,

los recuerdos se vienen,
entonces,
alumbran las calles de las ciudades

se me ha quedado una luz apagada
que me desvió el camino,

los gritos de la vereda al fondo
del callejón,

allí donde el auto negro
detenido,

permanece con un orificio
y un grito
que despedaza flores
flores y pájaros,
pájaros y gente,
y mi cansado paso acelera
hacia una casa,

donde yo no vivo.