Las rutas
que mi marcha hizo
para no perder el rumbo,
los astros que contemplé
para no perder el rumbo
pero ahora yo me escondo temerosa
de la luz,
de las quebradas
y descanso en un escaño,
le digo:
bebamos el sorbo
aunque amargo,
aunque punce ortiga,
aunque prepotente nos diga
que incapaces somos
de delirios,
permanecer
insomnes para defendernos.
Era la hora engañosa,
nuestra temporada en el infierno,
nos tendíamos las manos para abrazarnos
y allí albergaban las mariposas sangrantes
sobre un polvo tornasol en las líneas de la mano
que la experiencia tiró entre los dedos.
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